Las palabras tienen un poder enorme. Creo que todos sabemos hemos experimentado el efecto positivo o negativo que pueden llegar a tener en nuestra vida.
¿Sabías que el músculo más fuerte de nuestro cuerpo en relación a su tamaño es el músculo masetero? Este músculo se encarga del movimiento de las mandíbulas, y aunque es relativamente pequeño, puede llegar a ejercer una fuerza de 90 Kg (200 libras). ¡Eso es muchísimo!
Sí, nuestra boca es pequeña, pero tiene mucha fuerza. Esto es lo que dice la Biblia: “Y así, la bendición y la maldición salen de la misma boca. Sin duda, hermanos míos, ¡eso no está bien! ¿Acaso puede brotar de un mismo manantial agua dulce y agua amarga?” (Santiago 3:10-11, NTV). Tus palabras tienen un poder enorme, tan grande que pueden atraer la bendición o la maldición, tanto sobre tu vida como sobre la vida de los demás.
Cada vez que escoges hablar mal de los demás, que te quejas, que criticas… estás dejando que ese agua amarga fluya de ti. Pero Dios desea que tu vida sea una fuente de bendición, que de tus labios broten palabras dulces, palabras de ánimo, palabras de gratitud, palabras de bendición. ¡Que tus palabras sean un reflejo de la bendición que hay en tu vida!
Te invito a orar en este día: “¡Señor, gracias por Tu bendición sobre mi vida! Gracias porque me llamas a ser de bendición a los demás, y porque tengo la capacidad de escoger cada día caminar en esta bendición. Te pido que me ayudes a controlar mis palabras, para que de mis labios solo brote agua dulce, palabras de bendición, tanto para mi vida como para la vida de los demás. En el Nombre de Jesús. ¡Amén!”